Rostros circunspectos. Miradas perdidas sin rastros de dolor.
Norman, con sus trece años, solo observaba. La voz de su tío Felipe le rebotaba en los oídos, iba y venía sin aportarle sentido a la situación.
Su padre se hubiera sentido muy a disgusto al saber que el día de su despedida, su hermano se echaría al frente de sus deudos a monologar y dedicarle unas últimas palabras. Vestido de estricto color negro, siguiendo el formalismo de un "hombre correcto", gesticulaba mientras lanzaba juicios de vida y muerte al aire.
- ...es la ley de la vida... -le oyó decir.
...la ley de la vida... sí, claro, viejo garca, mi viejo no se regía por ley ninguna, su vitalidad estaba en otro lado, y de última fue el único responsable de su propio destino, qué bah! si él hubiera estado aquí parado,cumpliendo el rol de orador, seguro que invitaba a todo el mundo a chupar unas cervezas y a celebrar la libertad...
Recordó que cierta vez, la tía Clara, le espetó en la cara un:
- Sos un anarquista pelotudo! Irreverente, y mala persona - ella, lo único que tenía en claro eran las leyes de Dios.
- Callate, beata insoportable -le respondió su viejo -qué me venís a mí con esas cosas, metete los santos mandamientos en el culo!
Rememoraba bien aquel episodio. Se había armado una terrible trifulca en su casa. Su madre y su abuela Giorgia, intercediendo entre Clara y su padre, forcejeando por uno o por otro. Clara, había llegado con el chisme de que su papá se veía a escondidas con la mujer de su tío, sí, justo ese, el que hablaba ahora en su funeral.
- Dios te castigará, ya veras Martiniano! No desearás a la mujer de tu prójimo, ni cometerás adulterio, eso dice la Biblia... y vos? allá vas a manosear a tu cuñada!
- Sí, claro, Dios seguramente hubiera hecho lo mismo. Entre la rubia regalada esa y mi mujer... jajaja! qué interesante oportunidad! Rita será mi esposa y la madre de mi hijo, pero en la cama es todo pacatería y aburrimiento, y a mí me gustan las mujeres que se atreven a todo! Sobre todo a meterle unos lindos cuernos a mi hermano!
En ese entonces, enterarse de algo así, le produjo una mezcla de desconcierto y náusea, no tanto por lo que su padre decía, porque en definitiva lo entendía, sino por la expresión de sumisión y aceptación en el rostro de su madre. Ella consentía esa, y otras tantas situaciones. Justificaba las actitudes de su padre.
- Tu padre es la antítesis de los buenos modales, de las buenas costumbres, de imposiciones de cualquier tipo. Detesta las obligaciones, no se doblega ante reglas ni horarios, al punto que aún me sorprende cómo decidió casarse legalmente conmigo. Pero lo amo así tal cual es, y sé que tal cual es, nos ama... porque nos ama y mucho hijito mío, de eso no tengo dudas.
Él tampoco lo dudaba. Cierto día habían quedado solos, él y su padre, justo cuando preparaba una tarea para el colegio.
- Papá, me ayudarías? -le preguntó.
Bien dispuesto y con interés, Martiniano se aproximó. Leyó la consigna que le había dejado el profesor:
- "Sigue paso a paso las indicaciones y realiza un análisis... " - enseguida puso mala cara - Sigue paso a paso las indicaciones? Qué se piensa este profesor, que no tenés voz ni voto? que no sos capaz de analizar nada sin que te den instrucciones? -y allá arrancó con una perorata sobre la enseñanza, los métodos educativos, las mentes cuadradas, y el empeño de las autoridades por incentivar a los jóvenes a no tener iniciativas propias para hacerlos domesticables, manuables... bla bla bla... Sin contar, que desechaba todo tipo de normas ortográficas, reglas sintácticas, etc, etc.
- Debemos expresarnos libremente, así como nos salga! -Lo decía enérgico, casi profetizando. Norman admiraba a su padre, más allá de que en esa oportunidad, decidió no hacer caso a sus consejos. Terminó la tarea como pudo, sabía que de lo contrario solo se ganaría una baja calificación.
De pronto, ese estado de "flash back "en el que se había sumergido, fue quebrado por la voz de su tío que aún seguía aleteando en el aire. Unos nubarrones negros se venían apoderando del cielo con bastante prisa, así que decidió terminar con el asunto rematando su discurso con un:
- ... y así nos dejó Martiniano, mi queridísimo hermano, desobedeciendo normas básicas del tránsito que lo llevaron a su trágico final. En fin, vivió como le vino en gana y así terminó...
Despacio, Norman se fue alejando del grupo, hastiado, incómodo, sin ganas de estar un minuto más en ese lugar. Pateando piedras y pensamientos, se internó entre los arbustos, pisando casi rabiosamente la verde gramilla...
A un lado, se podía ver una cartel que advertía:
"NO PISAR EL CÉSPED"
Gaby*
y seguimos saltándonos las normas en lo de juliano el apóstata