en el relato de este jueves debe debe participar algún personaje extraído de un libro
Hacía un tiempo ya, que gente conocida, aseguraba haberme visto en
lugares que no estuve, con personas que desconozco y en momentos no
transcurridos para mí. Sin dudas se trataba de una rara situación, pero poco me
afectaba. Seguramente todo se debería a alguna confusión o un error de
apreciación, porque los ojos no apuntaban bien las miradas y solo captaban lo
que querían ver.
Sin embargo, cada día eran más insistentes los comentarios sobre esas
apariciones mías en lugares inverosímiles y con personajes muy fuera de mi
ámbito natural.
El sonido de la alarma que despierta las grandes preocupaciones, me
llegó el día en que mi propio marido me espetó en la cara tener pruebas
fehacientes de mi infidelidad.
Ya no se trataban de simples confusiones y era ineludible la gravedad
del asunto.
Si de algo podía estar segura, era de mi amor y lealtad hacia él.
Así que exigí las pruebas de inmediato, y para sorpresa mía, sacó de su bolsillo
un manojo de fotografías que me tenían a mí como objetivo junto a un
hombre bastante menor que yo y de mirada seductora.
Se nos veía tomados de la
mano, frente a frente, en la mesa de un café elegante, así como en otros
lugares a los que puedo dar fe, no haber concurrido nunca. Perpleja, sentí que
el mundo había tomado una velocidad precipitosa y estaba a punto de
desbarrancarme.
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Ya bebido el trago amargo, era imperioso encontrar la medicina que
aliviara mi pesar. Debía sin ningún tipo de dudas, encontrar una respuesta que
justificara esta situación en la que estaba metida. Desechada de plano la
posibilidad de que las fotos fueran trucadas, necesitaba saber si había alguien detrás de todo esto o
simplemente por las calles, caminaba muy oronda mi sosias.
Recibí entonces de
una amiga la recomendación de contratar a un tal Mendoza, detective de
profesión.
Allá me fui, siguiendo la dirección escrita en un arrugado papelito,
para encontrarme con un hombre de apariencia no muy confiable. Su oficina de
por sí, dejaba mucho que desear, pero fui recibida amablemente por una
secretaria quien me invitó a pasar a una habitación donde el tal Mendoza se hallaba
cómodamente sentado, con los pies sobre una mesa que oficiaba de escritorio y
su cara metida de lleno en una revista CARAS, que lucía en su tapa la imagen de
una tal Wanda Nara, que al parecer, estaba en trámites de divorcio con su
esposo, un jugador de fútbol. Al sentir
mi llegada, apartó un poco la revista, y ojeándome por encima de sus
páginas, me invitó a sentar. Hizo algún comentario sobre la vida farandulera,
argumentando que era pura mierda pero que lo entretenía. Mientras dejaba la
revista a un lado, inspeccionaba mi escote sin mucho disimulo. El
olor a tabaco y alcohol que despedía el detective, no hacía otra cosa que
realzar una gran duda que empezaba a carcomerme:
- Qué carajos hago aquí? -francamente, poca intención tenía ya, de
contarle mis desventuras a ese hombre. Así que sin rodeos, le pedí disculpas y
le manifesté no estar del todo segura de querer contratar sus servicios y que
mejor me lo pensaría un poco más. Según me decisión regresaría o no.
El hombre, manifestó con la expresión de su rostro todo su desencanto y
para hacerlo más notorio, dijo casi en un susurro:
- No sé si algún día lograré borrar de mí esta apariencia de perdedor
nato, tampoco yo me contrataría si fuera usted.
Salí de allí casi al disparo, llevándome la imagen de su sonrisa
bobalicona, típica en quien no
acostumbra a sonreír en serio y solo lo hace para complacencia de quien le
observa.
Sumida estaba en mis apreciaciones y ansiedad por salir de ese lugar,
cuando sin querer topé en el pasillo con una chica. La iluminación no era
buena, pero... ahora que lo pienso... se parecía mucho a mí...
* Mendoza, es un detective de poca monta, protagonista de la
novela del escritor uruguayo Milton Fornaro, "Cadáver se necesita
(Inútil sin experiencia)". Novela que también fue adaptada para una
miniserie.
Más personajes se suman a los relatos jueveros, en lo de Jime, mi querida
Loquita Diplomada