Había llegado la hora de despegarse del suelo esponjoso de nube gris y lanzarse al vacío.
El descenso lento, reflejaba en su cuerpo cristales del tiempo...
Abajo, la ciudad vertiginosa le producía un profundo vahído... Puro cemento.
Le dio miedo el sonido allá afuera. Le dio miedo el grito muy dentro, y decidió elegir su propio destino.
A medio camino pegó un brinco, desviando su ruta, y se coló dentro de una ventana abierta...
Cayó serena, con la mente en blanco, como blanca la hoja que le rogaba a su musa alguna letra inspirada.
Sobre el escritorio, tras la ventana abierta, me encontraba buceando entre el silencio, intentando captar un susurro nuevo... De pronto, una perla del cielo se posó sobre el papel para escribir su propio destino...
Poema 2.192 (Piel de la que duele)
Hace 3 horas