Tengo el "quiero hacer" rápido
y el "voy a hacer" lento...
Al final,
don de los dondolines!
ni planto lechugas ni huelo jazmines.
*
...-cuando empezamos con "esto", estábamos dispuestas. ("esto", puede ser una pintura, un escrito, una milanesa). Teníamos un proyecto en mente, muy bien dibujado, con lujo y detalle -con lujo de detalles; perfectamente craneado. Por eso nos lanzamos a la masa, hacedoras, modeladoras y capaces.
y luego otro dedo -mano calambre, hecha de alambre galvanizado-.
Esto implicó un descanso (un supuesto "breve descanso", que se prolongó sin darse cuenta.)
Nos sumergimos en agua tibia, nos decoloramos, nos pusimos arrugaditas como pasas de uvas, y luego nos fuimos a pintar las uñas y a ponernos anillos. Todos nos decían:
- ¡Qué manos tan bonitas!.
Jugamos al "trulalá lulú" haciendo palmitas, lo que resultó divertido. Por eso fuimos a buscar otras manos para que nos acompañaran con ritmo.
Después soñamos con ir un poco más allá (generalmente de eso se tratan los sueños: de ir por lo que está diez pasos adelante... o cien... o mil...-bueno, es que hay sueños ambiciosos); y planificamos un toque de tambores, golpeteando las lonjas recien templadas a puro candombe.
Obviamente, nos cansamos otra vez. Sangrábamos música. Así que decidimos no hacer nada por un tiempo. Descansar en guantes de seda y sentirnos leves y etéreas.
En ese lapso, nació una atracción incontrolable por otras manos... y nos entregamos a la seducción. A los pocos días, ensayábamos caricias. Practicamos el dedo a dedo, nos reinventamos, nos explayamos en un lenguaje muy íntimo (como se hablan las manos cuando se enamoran), y nos creímos pájaros, perros y conejos, al proyectar nuestras sombras desnudas sobre blancas paredes.
Como dijimos, todo era muy íntimo...
Gozamos como locas de nuestros juegos eróticos, apretándonos fuerte a interminables promesas. "-Nos mantendremos unidas, asidas, mano con mano, inseparables por el resto de nuestras vidas."
Todo resultó ser puro cuento.
Un día, nos enfrentamos al adiós definitivo... Ese balanceo en el aire, típico de las despedidas.
-¡Chau, chau, adiós!
Prosiguió un período de angustia, en el que quedamos laxas, sin ánimo, buscando en el entorno algo para hacer. Recordamos aquel proyecto jamás llevado a cabo y retomamos el intento, sin resultados. Nos sentíamos débiles y torpes. Decididamente: aún no era tiempo.
Así que sin más, nos resguardamos en un par de bolsillos, practicando la nada hasta nuevo aviso.
***
Dicen manos ajenas, uñas que escarban hasta lo más profundo,
e índices insidiosos, que resulta raro que este par se encuentre en situación
tan apática, y que es una certeza que algo se traen entre manos.