jueves, febrero 20, 2014

este jueves...

vida insípida...

Desde pequeña, Albina gustaba de husmear en la cocina llevada por una atracción especial. Bien se podía entender, ya que su abuela, una doña rellena de sabiduría culinaria, vivía gran parte de sus días entre cacerolas que emanaban vapores y sabores irresistibles. Eso era algo que la embelesaba.

La madre de Albina, fiel aprendiz, también se lucía con su despliegue de sabores en platos  un tanto más refinados  pero realizados con igual esmero y cariño, sobre todo para agasajar a los suyos a la hora de la cena.

A la tarde, cuando su padre y su abuelo regresaban a casa, afinaban su olfato y como  sabuesos detrás de su presa, seguían la estela invisible de aquellos aromas exquisitos que provenían de la cocina. Encendidos por un apetito incontenible, corrían a prodigarles el abrazo cálido y el beso efusivo a esas mujeres que tan ricamente los seducían.  Era evidente que el amor palpitaba más allá de sus corazones, y esa vivencia, ante los ojos de la niña, dejó patentada la certeza de que  amor y  buena comida se estrechaban en íntima alianza.

Los años fueron pasando, y Albina, ya mujer, se había criado entre salsas, hierbas aromáticas, mágicos glaseados y todo un recetario que bien se había encargado en albergar en un cuadernillo que cuidaba como al más preciado tesoro. Sin embargo, sus intentos culinarios nunca habían tenido mayor éxito. Solo bastaba verles la expresión a sus amigos, las veces en que los había invitado a probar alguna de sus preparaciones, para darse cuenta que tristemente había fracasado en su propósito. No entendía bien el motivo, siempre fue cuidadosa y obediente al seguir el paso a paso, atenta a las medidas de cada ingrediente, pero extrañamente, todo cuanto preparaba sabía desabrido, insulso, totalmente insípido. Fue así como renunció indefectiblemente a la labor gastronómica. 
Para entonces  su propia comida no era otra que las que compraba al paso o en viandas pre-cocinadas, listas para ser horneadas en cinco minutos.

Aquella decepción por no poder seguir el camino de sus antecesoras, la llevó a tener una vida a la que no le hallaba el rumbo. Comenzó cursos diversos, los que al tiempo fue abandonando por no encontrarles el gusto. Sus amores, no fueron más que encuentros fugaces con chicos que luego de dos o tres citas, desaparecían sin dedicarle explicación alguna. 
De a poco se fue encerrando en sí misma, despreocupándose de su aspecto,  de su modo de vestir, viviendo en una desidia que la absorbía día tras día. Todo carecía de interés y la llevaba a concluir en cuán desabrida podría ser la vida e incluso ella misma: insípida hasta la médula.

Pero un día, a través de su ventana, se escabulleron las notas de un violín. Suaves y melódicas, recorrieron los rincones, se esparcieron en el aire para instalarse finalmente en lo más profundo de su alma. Un deseo incontenible la empujó a la cocina y casi poseída por un encanto inexplicable fue tomando al azar los pocos ingredientes que fue encontrando. Picó y lloró con la cebolla, se sonrojó con la blanda pulpa del tomate, sonrió con los dientes de un ajo, y fue volcando todo su entusiasmo en una olla de la que empezó a fluir un vapor cálido y aromático.
Poco faltó, para que ese estado de abstracción culinaria se viera interrumpido por el sonido del timbre. Sorprendida, abrió la puerta. Y allí estaba su vecino, sosteniendo en su mano su violín y algo sonrojado, le propuso tímidamente:

- Te ofrezco una sonata para violín a cambio de un plato de ese sabroso arroz a la boloñesa.

Desde entonces, ambos sellaron el pacto.




para seguir saboreando letras insípidas
pasar por soliluna

27 comentarios:

  1. Impecable y tentador, como ese arroz y ese violín que se unieron en la mejor melodìa a através de unas letras muy sabrosas

    besos vecina. bajo una lluvia pertinaz

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  2. Que pena que no sepa tocar el violín, porque no me gusta cocinar. Un abrazote

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  3. Una lindísima y bien contada historia de amor con seducción culinaria Gaby. Ni hablar del oportuno aderezo musical. Bien se decía antes que "al hombre había que ganárselo por el estómago" (je je) . Disfruté leyéndote.

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  4. Me gusta la unión de la cocina y la música.
    Un beso.

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  5. Es interesante esa comparación. Conocer las técnicas musicales, las escalas, no es suficiente para hacer música hace falta algo más. Insipido puede ser algo que se cocina.
    Muy logrado este encuentro. Seguro que se van a inspirar mutuamente.

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  6. Hasta aquí llega el olor, ummmmmmmmmmmmmm.

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  7. halaaaaaaaa, QUÉ BONITO!!!, me encantó ese final: es un relato redondo, sí señora.

    Un besazo

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  8. ¡Qué cosa más bonita!!!! Es un relato lleno de olores, sabores y sentimientos. Te felicito.

    Un beso.

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  9. Pienso que a la cocina de nuestra amiga Albina, le faltaba el ingrediente principal, ese que no sabe de pesas, de medidas, de grados, le faltaba el ingrediente del amor. Una vez que ese se incorporó, el plato salió suculento y aromático de una forma natural.
    Cuando me arrimo a la cocina, cosa que a veces hago, siempre me aproximo con amor a lo que quiero hacer. Funciona a pesar de ser mal cocinero.
    Un fuerte abrazo.

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  10. Qué bonito relato y qué maravillosamente bien lo has contado! Le faltaba un ingrediente imprescindible que por fin encontró. Me recordó a la película "Como agua para chocolate". No me gusta cocinar pero sin embargo cuando lo hago para personas a las que quiero les encanta mi cocina que por otra parte es supersencilla.
    Muy buen relato Gaby, muy sabroso!!!
    Un beso

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  11. Un relato para deleitarse... esos fogones, ese amor... y ese violín que es el ingrediente perfecto para algo por empezar.
    Besos!!

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  12. ... y vivieron felices y Albina le cocinaba perdices !! y es que a los hombres se nos conquista por el estómago ( y a las mujeres por el oído )

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  13. Buena combinación, aromas y sabor, música y amor...

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  14. Cualquier ingrediente es bueno para salir de esa vida insípida, para mezclar sentimientos y deleitarse con los sabores de una nueva ilusión.
    Un beso

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  15. Quedo genial tu relato con todos esos ingredientes añadidos. La cocina y la música, que buen complemento.
    Saludes

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  16. A veces una sinfonía nos puede dar una grata sorpresa en la vida, y ahí estuvo ese violín. Muy buen relato Gaby, me ha encantado. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

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  17. Gaby, gracias por tu visita a mi blog, amiga...Tu relato me ha encantado, lo has contado con sencillez, entrega y cariño y te ha salido para enmarcar...Me alegro que la historia acabara bien y nos impulse a todos a seguir adelante, confiando en la vida.
    Te dejo mi felicitación y mi abrazo inmenso.
    Feliz fin de semana, Gaby.
    M.Jesús

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  18. Haces unos escritos bien coloridos, me gustan :)

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  19. Es genial el ritmo del relato, va bajando conforme la protagonista se va frustrando y, al compás del violín, uno comienza a sentir cosas. Muy bueno el efecto de los ingredientes, p.ej. esa sonrisa con los dientes del ajo.
    Buen relato, amiga. Besos.

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  20. No hay nada que una música de violín no pueda conseguir.

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  21. Un relato que empieza oliendo a gloria y acaba sonando a ángeles.
    A veces la vida permite esas bodas entre instrumentos y alimentos.
    Besos

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  22. Al final encontró el ingrediente principal para que su comida no fuese para nada insípida. He saborado cada letra Gaby.
    Un fuerte abrazo.

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  23. Las cosas llegan en su justo momento, ni antes, ni después. La música fue un bálsamo para su alma y curar sus heridas y creer en ella misma.

    Besos.

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  24. Que lindo final! colorido, sabroso, magnético, rítmico, feliz...
    Amor y sabores, combinación de mis favoritas, por fin una vida insípida que trunca apetitosa!
    Abrazo Gaby

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  25. Me preguntaba que sería de la vida de aquella uruguaya tan maravillosa que conocí hace 6 o 7 años...
    ...Y llegué aquí.

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  26. Yo no sé tocar el violín, no sé como será (o a qué sabrá) ese famoso arroz a la boloñesa, solo sé que Albina terminó tocándole el violín a él y él terminó comiéndose la Boloñesa de Albina.
    Esa camarita puesta en mi rincón tendré que achicarla, reducirla, hacerla inobservable. la puse ahí porque está de moda grabar y pecar - luego - de voyeurista. Lástima te diste cuenta, sino ahora mismo estaría viendo tu no cohibición o descohibición (como se diga).
    Para llegar a ti tuve que pasar por la sonrisa de Any, ahora para llegar a ella utilizaré tus escarpines ¿Los recuerdas?.
    Grato es encontrarte, artista, grato es saber de ti y saber que continúas, a pesar de todo, en esto que a veces nos sumerge. Soy seguidor tuyo, así que no te escaparás de mí tan fácilmente.
    Espero no tengas una camarita oculta...
    Saludos Gaby..

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  27. Simplemente ¡hay que darle gusto al gusto!

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Mis letras se entregan a tí...
Gracias por entregarme las tuyas!

pinceladas...

pinceladas...
y te recorro con tinta azul, cielo nocturno de mis profundas necesidades

sobrevuelo...