"nos vamos de cañas!"
A Filomena le sonaba raro eso de celebrar la despedida de casada. Le sonaba también doloroso, luego de casi 20 años de matrimonio, sentir que se
liberaba de su estado civil, más allá de que no resultó lo que había soñado.
Pues sí, unos cinco años de felicidad y luego... el tedio, la angustia, la
indiferencia y la falta de respeto y de fidelidad de quien había sido su marido. Y es que
su esposo... (bah! su ex esposo -debía acostumbrarse a su nueva situación)
terminó siendo un patán y ella- como se lo repetía a cada rato Martina- se había convertido en una
reverenda cornuda.
La sentencia de divorcio acababa de salir y sus compinches de vida dictaminaron con énfasis:
- Esto se celebra amiga, hoy se celebra!-
Entre sus dos amigas, Martina y Eulalia, una, una solterona divertida y
fiestera y la otra, una mujer separada ya hacía rato y gran catadora de experiencias nuevas,
la habían empujado a renovar el ímpetu, a marcar un antes y un después en su vida
y a celebrar el retorno a la soltería. Para ello la convencieron de que debían
salir a festejar.
Entre ambas la ayudaron a cambiar su look, desde el peinado y tono de cabello
hasta su ropa, incluyendo sus prendas más íntimas, ya que las que usaba- le
dijeron-, parecían los calzones de una vieja troglodita. La situación en sí la avergonzaba pero la
divertía a un mismo tiempo, sin embargo entendía que ese par de mujeres a las
que tanto quería, no pretendían otra cosa que hacerla sentir bien consigo misma
y aliviar sus penas.
Y allá marcharon las tres, taconeando por la vereda, entre risotadas y
bromas algo pasadas de tono, a tomar unos tragos, escuchar buena música y de ser
posible, pescar alguna presa a la que desmenuzar a mordiscos.
La noche estaba en pañales aún cuando empinó el primer trago: una piña
colada, pero ya desde el primer sorbo, comenzó a sentir que la noche tenía
prisa en envejecer. Un mareo leve empezaba a distorcionar su ánimo, tal vez por
su falta de costumbre a tales cosas. Pero las carcajadas ganaban terreno y la
música invitaba a bailar al igual que unos señores que gentilmente se
aproximaron con aires de conquista.
De todo lo que vino después, poco se acordaba. Solo sentía un
estrepitoso traqueteo en su cabeza, como golpes demoledores, mientras sus
piernas parecían haber perdido todo el control de sí mismas y navegaban en el
aire como arrastradas por vientos huracanados. Sus brazos, estirados
hacia arriba, hacían el esfuerzo por zafar de unas garras que los impulsaban
vaya a saber a dónde. La situación en sí era muy extraña y confusa...
Entre risotadas e improperios, Martina y Eulalia, cargaban con su amiga,
borracha a más no poder, por las escaleras del edificio donde vivía,
sujetándola de brazos y piernas, mientras la cabeza marcaba un toc-toc
acompasado con cada escalón que subían.
- Jajaja! Esta Filomena no tiene cultura alcóholica, un par de tragos y
ya se empedó...
- Si la viera su ex marido...
- Shhhh! mientras no vean los vecinos que la traemos en tal estado, van
a pensar cualquier cosa, jajaja! poco menos que la estamos llevando a la
perdición!
- No importa Eulalia, que hablen lo que quieran, pero palabra que
mañana, nos vamos otra vez de copas!
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