Pongamos una semillita de cada uno, empeño, buenas intenciones y voluntad, para que germinen saludables y nos brinden realidades apetecibles. No todo queda en nuestras manos, lo sé, pero que el granito que nos toca hundir en la tierra venga con la fuerza del corazón y la magia de nuestros sueños... Una vez florecidos...que echen a volar! Muchas felicidades a mis amigos blogueros! Gaby*
Siguiendo la consigna de este jueves, este relato fue escrito a cuatro manos, Rafa y Gaby, uniendo orillas e imaginación.
"Están vendiendo el amor y la alegría
lo anuncian con luces de mercurio
y una música miente
la fabulosa leyenda
de lo eterno.
He de entrar,
y si queda aún, me llevaré
un metro de amor y un par de risas"
(Jorge Arbeleche)
No sabía bien si por ingenuidad o necesidad, seguía buscando esa tienda milagrosa donde se compra lo inmaterial. Nada de artefactos ni tecnicismos, nada manual ni artesanal, a veces es el alma la que precisa ser obsequiada con un puñado de razones y un retazo de aliento, y si es posible, con aire del mar.
Las calles tan grises, iban cobrando matices de la tarde -una tarde que se desprendía del cielo con destellos y fulgores. El andar cansino parecía teñirse de cierto optimismo y la mirada se iba reanimando al dejarse llevar por las vidrieras de los comercios, presintiendo tal vez, que llegaría al dichoso escaparate que pusiera fin a mi búsqueda.
Y allí le vi... con el cartel de "SE VENDE"... Sin dudas hay emociones que no tienen precio...
Tuve un momento de dudas. Me encontraba parado en la puerta. Mis piernas estaban totalmente inmóviles, mi cerebro no era capaz de ordenar qué debían hacer.
Conseguí entrar a duras penas. Y pude ver lo que allá había. A un lado, ánforas blancas con carteles pequeños donde se podía leer: Paciencia, Emoción, Amor, Solidaridad, Felicidad. Al otro, vasijas anchas de color negro con rótulos chicos: Envidia, Odio, Desesperación, Desventura, Egoísmo.Y al fondo un mostrador con un dependiente. Me acerqué y le pregunté el precio.Todo costaba lo mismo, un gramo valía un día de vida, pero la compra de cualquier elemento de las ánforas blancas llevaba consigo, obligatoriamente, la misma cantidad de las vasijas negras. Esa era la oferta explicaba el empleado.Una venta justa, me dijo.
Siempre recordaré ese sueño. Me hizo comprender tantas cosas…
El abrazo, el beso, la palabra. El sueño, la caricia, la mirada. La sonrisa, el guiño, la esperanza...
Que cada gesto sea una semilla en la mañana, dispuesta a florecer con lo mejor que tenemos. Linda semana, con brotes, retoños y frutos que disfrutar. Gaby* de la mano de Imaginar
Mis brazos fueron nido. Mi voz se hizo arrullo, y tu vida un capullo que de a poco va creciendo...
Hoy, 3 de diciembre, mi hija Jimena está cumpliendo sus 17 años. Ya no es aquella niña que cabía entre mis brazos, es una jovencita que construye su propio camino con la delicadeza de sus manos, con su terca insistencia, con sus vacilaciones, encantos y desencantos. Es cierto que al comienzo, al saberse madre, una entra en pánico, luego nos salva el instinto, el amor, ese don que llevamos dentro. No es fácil criar a un hijo dentro de una realidad bastante compleja, pero me basta verla con sus proyectos, con sus ganas, incluso con su entendible desgano ante dificultades y trabas. Entonces, respiro con alivio y orgullo, porque tiene claro su rumbo. Hace de sus sueños semillas que riega con tesón día a día y seguro, que gozará de flores bellas que llevarán los colores de su ímpetu y de sus anhelos... Seguro que sí, y estoy feliz por ello.
Gaby y Jime
(Musicalización de esta entrada al gusto de la cumpleañera)
a la luz de una vela cuando niña siempre cantaba una vieja canción popular ... "arasá bueno y sabroso de linda flor hazme un filtro con tus hojas para el amor..."
Había quemado noches de conjuros esperanzados...
A la luz de una vela el vacío se hacía pequeño y la eternidad plausible -aunque efímera la llama que bailaba.
Su voz, lanzó una mágica copla hacia las sombras, que temblorosas jugaron a abreviar el entorno y hacerlo abstracto.
La mágica palabra tenía poesía, y poco a poco surtió su efecto de hechizo empolvado.
Tras los paredones de una soledad que no perdonaba, la libertad aguardaba su vuelo emplumado... El abracadabra nació desde la entraña para invitarle con un sorbo de brebaje encantado.
Se escurrieron las sombras.
El silencio escapó... y el hechizo emergió para traspasarlo todo.
Y allí quedó levitando frente a un sueño despierto, que le auguraba tibias horas inmersa entre sus brazos...
Supe, a través de la sapiencia que da el
instinto, que los ojos son puertas que se abren hacia augurios, promesas y
motivos para conocerse –conocernos- facilitando incluso, el conocerse más a
fondo uno mismo.
Supe que las manos son el puente que nos
enlaza a la ternura, a la solidaridad y, al optimismo que nos aleja del
descreimiento o la apatía que surgen a través de la desconfianza y la decepción
provocadas por algunos malos encuentros.
Entendí que de poco sirve la búsqueda
obsesiva. El destino gusta de sorprendernos, y cuando menos lo esperamos, un
rayo de luz nos alcanza con su tinte tibio a iluminar la vida.
Desde el mismo instante en que te vi, en
que la vi, en que lo vi, en que nos vimos… tú, él, ella, todos los que
invadieron mi corazón de partículas grandiosas consolidando un ritmo de latido
propio, con voces y perspectivas compartidas y sentimientos recíprocos, supe:
que de todas las relaciones que vamos entretejiendo entre los seres, la de la
amistad sincera
Círculo,
como una boca abierta expeliendo humo bajo mi nariz.
Café
caliente, mar oscuro y espuma…
Asciende el
tibio aroma, desde la semilla del cafeto fue transmutando hacia la memoria,
haciendo su propia vida, corriendo su propia suerte.
Un recuerdo
desembarca y a orillas del pocillo se arrebuja, busca un sendero hacia mi boca,
mas no digo nada porque el tiempo se bebió todos mis silencios todas mis
palabras. Le ofrezco un guiño confidente y una sonrisa –no sé si le bastan.
A veces las palabras sobran, aunque más
quisiera que los gestos alcanzaran…
La cuchara
lo toma, lo filtra… -dicen que la memoria es selectiva, que toma solo aquello
con lo que prefiere quedarse, y tú estás aquí, flotando como un sobreviviente
en la maroma del tiempo ido que regresa, como brisa, como sombra, como puede.
Tienes sabor
propio y esencia; y vienes a dejar en mi lengua toda la tibieza de un beso, el
preferido, el más rico que nació de tus labios.
…Y poco a
poco te bebo entero, café caliente, verso, remembranza, para que dejes una
estela vaporosa en mi garganta.
La taza
queda vacía, conservando aún el humeante tinte de tu presencia.
Presiento
que volveremos a vernos, diferentes lo sé – porque hemos cambiado y transmutado
también- así que será como resolver una adivinanza entre tus "quise" y "hoy
quiero", entre mis querencias habidas, las aún queridas y las olvidadas; y sé,
que de igual modo, volveremos a sorbernos de un solo trago.
La borra del
café lo dice, lo dejó escrito en el fondo de la taza, igual que yo escribo
tantas cosas que no se comprenden, que vuelan entre espejismos e imaginación,
que se reconocen en hechos contrahechos… que algunas veces son ciertas y otras
no.
Terminé de
desayunar, me voy, dejando solitaria en la mesa, mi tacita de café y unas cuantas
migajas de pensamientos y recuerdos mudos…
Mañana, 24 de agosto, celebramos en Uruguay
“la noche de los recuerdos” o “la noche de la nostalgia”, así que esta entrada
de Jueves a su vez, pretende unirse recreativamente a esa celebración, donde la
música vuelve, donde los amigos lejanos retornan, donde los viejos amores se
desvisten otra vez en el lecho suave de la memoria.
Se siente afuera el invierno hostil, increpando
como siempre con su viento arremolinado.
Adentro: tú y yo, frente a frente, fundiendo a fuego lento nuestros labios. Se olvidaron nuestras manos de aquel frío –puro hielo entre los dedos por arañar el miedo y el hastío de un cielo decolorado.
Bien sabemos que la tormenta se alejará lentamente en tanto encendamos una chispa de osadía y seamos una danza ígnea levantando nubes de calor, creyéndonos piel de verano…
Nosotros, como dos soles candentes, luminosos y encendidos –enajenados y ajenos, de la noche lluviosa, los truenos y los rayos.
En la habitación crepitaban los leños
encendidos bajo el abrazo de las llamas.
Las lenguas de fuego lamieron la madera
apasionadamente, consumiéndola en una única entrega.
La noche se hizo cenizas, en tanto un aroma
tibio dibujaba huellas de humo en el aire…
de horas desenvueltas. En revuelta, los ineludibles compromisos, las faltas sin aviso, las oportunidades perdidas, la instancia inadvertida, la cita aplazada, la hora más esperada, el minuto fatal. Un encuentro casual, la racha sin suerte. Aquel día que marcó fuerte con su huella imborrable. Lo predecible, lo improbable, lo acostumbrado, lo inusual. Ese instante que es causal de un hecho hoy celebrado. Un segundo fugitivo... tiempo permisivo para sentarse ante la nada. Minuto carnada, llamada en espera, (espera que desespera) espera esperanza. El tiempo que no alcanza, pasado, presente, porvenir. La noche quiere venir y la tarde se hace larga... Entretanto, giro, en el reloj atemporal, para bien o para mal, impregnando el aire de suspiros.
Huele a jazmines la tarde, confundida
entre flores y oro viejo.
Otoño distraído, que se deja reflejar
cual primavera en el espejo.
Huele a
melancolía, que renace entre los pétalos de un recuerdo: cabellera larga
de niña, enredándose entre retoños, como sueños.
Surca un pájaro el cielo. Lo hace más
celeste y admirable, y se asoma aquel dulce sentimiento con su vuelo libre,
para abrazarse a ilusiones transitables…
Y te quiero así, te quiero siempre con
la calma de un corazón que comprende que jamás menguará la luz de aquellos
tiempos ya pasados, y volverán montados de un aroma sutil y suave a posarse con
delicadeza en mi frente.
Huele a jazmines, a niñez, a fantasía
intensa que no miente.
Un sueño...
Imagen que sobrevuela la noche…
bajo mis párpados.
Un pensamiento...
Instantes que trajo la memoria de un Otoño del 2011
Gaby*
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