respondiendo al llamado de Teresa Cameselle
Aquel dibujo había quedado prendido con un par de tachuelas detrás de la puerta de mi dormitorio, de manera que al cerrarla quedaba frente a mí, como reseña de lo morboso que podía llegar a ser mi hermano... y talentoso -también había que admitirlo- pues su ilustración pecaba de un realismo macabro.
Marcelino tenía el don de tomar lápiz y papel y lograr gran complicidad con ellos, solo que sus musas inspiradoras debían de ser las mismísimas parcas: Cloto, Láquesis y Átropos.
La cuestión es que la imagen había quedado allí prendida, como presagio del fin inevitable. Algo que nadie puede negar es que vida y muerte están íntimamente ligadas, se trata de un ciclo vital del que todos -mal o bien- estamos conscientes... Sin embargo, cuando el final llega de manera trágica e inesperada, la conciencia disiente con cualquier explicación lógica. Los ciclos pasan a ser remolinos de desencuentros, rompiendo cadenas de razonamiento, creencias, expectativas o lo que fuese. Todo comienza a perder sentido pasando a primar la desazón y el desconcierto. Y así fue, para mi congoja, Marcelino se suicidó, como si sus propias musas le hubiesen susurrado al oído la maldita sugerencia de que fuera detrás de ellas.
Desde entonces, la ilustración quedó allí, inmutable, creando noche tras noche, la rara sensación que lindaba entre la paz y la locura.
Quitarla, era incrementar la ausencia de mi hermano, extinguir definitivamente la posibilidad de sentirle cerca; dejarla, era magnificar la presencia cruel de esa parca que con solo mirarla hacía sentir el lacerante filo de la guadaña que portaba, amenazando mi cuello. Esa dicotomia de sentimientos comenzó a perturbarme cada vez más. Las oscuras sombras de aquella ilustración, pasaron a ser las sombras de mi espíritu. La desolación se fue apropiando de mí, comiéndome con sus ojos cavernosos, como si la huesuda figura me observara haciéndome centro de su visión... su único objetivo.
Poco a poco dejé de interesarme por la vida, por mis seres queridos, por aquellas cosas que tanto me atraían... poco a poco el desgano empezó a convertirse en un ácido corrosivo que carcomía mi entusiasmo... poco a poco... los sentimientos y el pensamiento, se fueron resecando... poco a poco... poco... casi nada... nada...
Miedo,miedo. Qué final para los dos. Hau ilustraciones que mejor no mirarlas.
ResponderEliminarUn abrazo
Es algo atemorizante considerar la posibilidad de perder emociones, de disfrutar.
ResponderEliminarY algo curioso. En Hurlingham, hay una peluquería de mujeres, o algo parecido, cuyo nombre es...Laquesis.
Y por la calle en que está pasa un colectivo cuyo recorrido termina en Barrio...El Destino.
Me gustó tu relato, esta original, sobre todo el final que no se sabe muy bien que pasa, hasta que se ve la imagen de la parca, te ha quedado muy buena.
ResponderEliminarBuuuu! perdón, digo besitos de tu hijulina Jime :)
Interesante tu historia de aquel dibujo tétrico de tu hermano que te recordaba de su presencia y fue haciendo que te fueras en cierto modo entregándote vos misma a la Parca..... ¡saludos Gaby!
ResponderEliminarMe ha impresionado. El suicio siempre me parece muy impactante, y en este caso, al tratarse de un hermano, dota al relato de un "terror familiar", de algo cercano, que podemos tener detrás de nuestra puerta, como ese dibujo casi premonitorio. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
A eso se le llama depresión... ya no sé, y no bromeo, cuántas personas me cuentan este relato (metafóricamente, claro)... Un besito.
ResponderEliminarLa tristeza infinita que obliga a quien la siente a dejarse llevar, o si es al limite...dejarse morir, cuidado con las imágenes que colgamos en las puertas, pueden ser obsesivas.
ResponderEliminarBesos bella Gaby.
Si genial es tu relato, esta frase lo borda: "la conciencia disiente con cualquier explicación lógica" Y así es, parece que la lógica es un simple apartado de nuestro ser, aunque la sociedad se base en ella.
ResponderEliminarY sobre ciertas imágenes mejor no tenerlas. Dicen los orientales que hay dibujos y formas que tienen poder...
Un beso
que bueno es morir varias veces en la vida
ResponderEliminarSugestionarse con una pintura, una foto, una prenda, cualquier cosa que sigue manteniendo un lazo con el ser perdido. Eso acaba pasando factura porque llega a dominar, a hacerse dueño de la mente y a creer que tiene verdadero poder sobre nosotros.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Besos
Qué triste Gaby!!! Pero el relato es magnífico, lleno de suspenso y un halo de oscura melancolía.
ResponderEliminarMuy bueno, te felicito!!!
Un beso enorme.
Una contradicción muy dolorosa, quitar o dejar el dibujo. Imposible quitar la memoria del hermano, y si quitamos el dibujo ¿no será peor?
ResponderEliminarTu relato sacude y penetra, con una intensidad lacerante en cada palabra.
Besitos.
La cruel sinrazón de una muerte prematura, desata todos los anclajes que tenemos y nos deja indefensos y tocados, muy tocados y vulnerables. Aquellas cosas, en tu relato la pintura de las parcas, que nos recuerdan al desaparecido, pueden llegar a obsesionarnos, a anularnos por completo, situándonos al borde de un camino incierto y peligroso. Todos estos elementos están retratados de una forma magistral en tu relato, Gaby. Me gustó mucho literariamente, aunque me envuelve de tristeza.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
El comienzo ya presagia un tétrico final... aunque no lleguemos a saber todo lo que pudo llegar a ocurrir, ese dibujo asusta y permanece en la memoria.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato.
Un abrazo.
Terrorífico dibujo Gaby, no me estraña que tenga poderes. Eres una artista.
ResponderEliminarBesos!
Muy triste, es verdad... ese entregarse a la muerte, no tener ganas de nada ni de respirar...
ResponderEliminarmuy bueno y la imagen impresionante!
Muchos besos!!
Cómo vas oscureciendo el relato, poco a poco, hasta sumir al lector en la más densa oscuridad, en el más profundo desamparo. Triste relato, impecable.
ResponderEliminarQuizá sea eso la muerte en vida.
ResponderEliminarUn beso.
Gaby me acaba de recordar tu relato, que siendo niña, mi hermano dibujo a un frankenstein, tamaño gigante. Lo pegó a la puerta de su dormitorio,de punta a punta la cubria toda. Desde su cama le miraba aterrada, mientras él se reia de mi. Menos mal que la historia fue menos macabra que esta tuya.
ResponderEliminarEsta da mieeeeeeedo.
Un abrazo, pintora de palabras.
Me ha encantado Gaby! Es posible que el dibujo hecho por el hermano de alguna manera albergara el poder maligno de la muerte que poco a poco los llevó a los dos con ella.Un beso
ResponderEliminarEl miedo a un dibujo y la nostalgia por el familiar perdido. Logras una gran intensidad terrorífica.
ResponderEliminarUn abrazo.