NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE
Eulalia había sido citada por el
notario de doña Filomena Carcamundi, su recientemente fallecida patrona. En
principio, el llamado le había sorprendido, pues dudaba que aquella mujer tacaña,
le hubiera tenido en cuenta en su testamento, sin embargo, pensando en la
solitaria realidad que le había acompañado en sus últimos años, no parecía tan
extraño que se hubiera acordado de ella, mas si se tomaba en cuenta que sus
únicos familiares brillaban por su ausencia.
Toda la atención necesaria se la
había prodigado ella, aunque a veces a su pesar, porque la anciana era
francamente insoportable.
Vivió haciendo alarde de una vida de
riquezas, de joyas, de fiestas, de apasionados galanes, de apellidos
rimbombantes y amistades de alta alcurnia y en más de una ocasión, Eulalia acalló
sus reiteradas y extensas historias, con algún somnífero que como al descuido
dejó escurrir en su taza de té, cuando no, algunas gotas de laxante. Pero al
fin tendría su reconocimiento, después de días, meses y años de aguantarla.
Su encuentro con el notario fue breve.
El hombre le entregó en mano un estuche aterciopelado, el que ella abrió con
ansias irresistibles… Y allí estaba… la gargantilla más adorada de Filomena, la
que era de oro rojo con engarces de piedras muy valiosas, la que más de una vez
lució en salones, para envidia de unas cuantas “pelagatos” –como ella les
llamaba a ciertas mujeres que consideraba “fáciles damiselas cazafortunas”.
Ella era otra cosa -le decía- ni comparación. Su cultura, su elegancia, su posición
social, todo, de una fineza destacada. Eulalia tenía sus dudas ante tanta
palabreja y autoalabanza, pero aquella gargantilla era de una belleza
extraordinaria.
Al fin de cuentas, la vieja dejó
asomar un poco de humanidad, cosa que agradecía, pues esperaba obtener un buen dinero por la joya,
con el que saldaría deudas y cumpliría algún sueño.
Embargada de emoción pidió le
recomendaran un joyero confiable para
que se la evaluase, y tomando todas las precauciones necesarias por temor a ser
robada, allá se dirigió.
Le bastó una simple mirada del
joyero para entender que la pieza carecía de valor y que era más falsa que
todas las sonrisas y elogios que le había dedicado a su patrona durante tanto
tiempo…
Más brillos engañosos en PUNTOSUSPENSIVOS
Pues mira que esa gargantilla con tanto brillo y reluciendo de esa manera me había engañado a mí también :)) está claro que no podemos fiarnos de las apariencias.
ResponderEliminarCuánto me alegro de tu presencia en mi jueves, mañana tenemos una gran cita socia, te llevo muy cerquita.
Muchas gracias por estar!!
Besotes!
Y al final lo que otras mujeres le enviaban era falso. Como el agradecimiento a quien le dio la atención que necesitaba.
ResponderEliminarBuena historia.
Ja, ja, ja! Qué bueno Gaby! Supongo que Doña Filomena se estaría riendo en su tumba cuando Eulalia supo de la falsedad de la joya. Seguro que se había dado cuenta también de la falsedad de su criada, o tal vez la propia señora estaba engañada....en cualquier caso un relato lleno de falsedades y de falso oro.
ResponderEliminarMe encanta el dibujo!
Un gusto leerte de nuevo!
Un beso
Jajaja, pobre, parece que lo que hizo fue reírse de ella. Muy acertado con el tema y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMe alegra verte de nuevo en los relatos, se te echaba en falta.
Me encantan tus ilustraciones.
Muchos besos
Nos has tenido entretenidos con la gargantilla, debe haber muchas joyas que presumiendo de verdaderas no lo son,
ResponderEliminarAyyy qué sorpresita se ha llevado! Y quizás es lo que merecía por ser tan ambiciosa y haber dado lo que dio esperando recibir una recompensa.
ResponderEliminarAsí es la vida, las cosas nunca salen como esperamos.
Excelente relato Gaby, divertido y muy aleccionador.
Me encanta leerte una vez más, se te extraña.
Besitos.
¡ Y resultó no ser oro lo que brillaba! jeje... ¡se lo merecía la aprovechadora! Cuántas hay de esa estirpe de personas que no hacen el bien por el hecho de hacerlo, ni aunque fuera su trabajo. Siempre muestran la hilacha de la especulación aún cuando pudieran tener un gesto de agradecimiento.
ResponderEliminarUna historia descarnada que muestra una arista de nuestra sociedad. muy triste...
pero alegre ha sido verte otra vez jueveando con entusiasmo!!
Un fuerte abrazo
=D
Quizás le estuvo bien empleado.
ResponderEliminarAquí está claro el dicho con el que nos invitaba Tere a participar "No es oro todo lo que reluce". La sorpresa de esa mujer debió de ser morrocotuda. Tantos años aguantándo sus humos de gran señora presumida y al final descubrió que quizás todo era tan falso como la propia gargantilla. Y desde luego no le vino mal a ella que tampoco era de fiar.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuánto engaño, la ansiada joya de oro resultó ser tan falsa como las atenciones de quien le brindaba amorosas y relamidas palabras de cariño... siendo más falsa que la misma joya; la ancianita le dio su lección desde el silencio.....muchas veces hay que hacer lo mismo...con el silencio desenmascarar el oro falso...
ResponderEliminarMuy buen relato , entrega muchas reflexiones..
Cordial saludo y muchas gracias por aporte dejado para mi relato y grata bienvenida
Nunca mejor dicho, Gaby, eso de que no es oro todo lo que reluce.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Buenos días, Gaby*:
ResponderEliminarEnhorabuena por tu relato, se adapta en fondo y forma con el planteamiento de Teresa.
Es toda una joya creativa, engarzada sobre tus descripciones y orfebrada con tu ingenio.
Un abrazo, Gaby*.
Jajajaja... desde luego el título de este jueves le viene como anillo al dedo a tu relato, de verdad que no era oro por mucho que relucía... y es que a cuántas personas les gusta aparentar lo que no son, hacerse las elegantes, las finas, las mejores... al final creo que la verdad siempre sale a la luz.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Gabi...
Besines... te sigo...
¡Que chasco se llevó! La humanidad que a última hora irradiaba la tal Filomena era tan falsa como su espectacular gargantilla. Me encanto tu relato, muy acorde a la convocatoria.
ResponderEliminarBesos